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05 abril 2018

Centrifugado

Metí mi cuerpo entero en la lavadora para limpiar una mancha de unas gotas de aceite que me habían caído en la camiseta. Llevaba pañuelos de papel en los bolsillos y se desgranaron por todo el tambor. Perdí un calcetín. Al salir, me di cuenta de que no había usado suavizante y mi pelo estaba sin brillo. Volví a entrar en la lavadora y aproveché para limpiar las sábanas. Con ellas conseguí no pasar frío mientras dormía y me centrifugaba. Aproveché porque el programa era largo. Por la mañana, la puertecilla estaba abierta y yo no la había abierto. La mancha no había saltado y los calcetines que llevaba eran diferentes.

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