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21 noviembre 2012

Magic Monday




Meto las botas de lona en el charco. Tengo prisa siempre y no miro al suelo. Tengo el pie derecho mojado, pero debo seguir y no puedo secarlo con nada. Piso el asfalto. Llevo cuidado con los bordillos de la acera. Piso. Camino. Procuro no meter la punta del zapato en ninguna alcantarilla. Me encanta el ruido de las hojas de otoño cuando crujen cuando paso sobre ellas. [Crack]

Abro la puerta y chirría. Me siento en la silla que gira y me tortura la espalda. Miro. No parpadeo ni quito la vista de la pantalla. Bajo el brillo porque si no me quedo ciega. Me he equivocado en una letra y miro al teclado. Tengo que mirar. El flexo ilumina la parte izquierda de mi escritorio, creo que me deja ciega también. Es azul y tiene un trazo de pintura magenta, de cuando pinté unos cartones para el colegio. Vamos, que está hecho un desastre y se sostiene gracias a varias porciones de fixo. Así evito que la parte metálica donde se enrosca la bombilla gire. La mía siempre está apagada aunque dé luz. Sigo mirando a la pantalla y es aburrido. Doblo mi pierna derecha, la que estaba mojada, y me doy cuenta de que el calcetín está ya seco. [Crack]

Llaman a la puerta. No me dejan en paz. Me llaman al móvil. No, aún no he preparado la maleta ni sé a qué hora voy a llegar. Me escriben un correo y contesto. Algunas hormigas se pasean por mi pierna doblada. Caminan desde los dedos hasta la articulación de la rodilla. Estoy repleta de esos insectos. Existen castas entre los individuos que componen el grupo. Y acabo de localizar al líder que organiza los movimientos. “¡Ataquemos!”, grita la hormiga jefe. Habla bajito pero la escucho. Oigo lo que dicen mientras sigo pensando dónde dejé la bolsa de la tienda de cómics en la que guardo la ropa sucia. Ellas, las hormigas, hacen su trabajo y yo las dejo. Que no se diga que no se entretienen ni que no pueden taladrar mi pierna tranquilamente. Se organizan y me convencen para que me una a su misión de colonizarme. Mantengo la pierna doblada, tal y como ellas quieren. Doblo la otra y me siento como un indio. Ahora mis extremidades inferiores duermen. Tecleo y levito gracias a los insectos. [Crack]

Mi zapato derecho está mojado, decía. Mi calcetín también. 


*Ahora son las 23:31 en Bielefeld (Alemania). Gute Nacht!

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